Tres actores con vestuario de época griega, y un director, ensayan una obra de teatro en un garaje; de un momento a otro llega un grupo de personas quienes, por un error en la dirección, creen que el ensayo hace parte del servicio de la iglesia cristiana a la cual asisten.

 

Los feligreses, por una palabra que sale del diálogo de los actores, comienzan a depositar dinero en un canasto que hace parte de la obra; los actores y el director no entienden, pero continúan con el ensayo creyendo que es un apoyo económico a su obra de teatro; de pronto se escucha un grito de “¡milagro!,” pues un hombre que estaba en muletas empieza a caminar. Los actores y el director quedan desconcertados interrumpiendo el ensayo, pero las demás personas piden a Jaime, uno de los actores, que siga haciendo más milagros. Diana, una  actriz de la obra, toma la palabra diciendo que es un milagro y pide a los asistentes que se retiren.

 

El grupo de artistas, al ver las ganancias obtenidas, decide desmontar la obra que ensayaban, y crear otra producción con la estructura de una iglesia, desencadenando la ira divina.